Se miraban desconcertados, buscando entre las palabras que nunca supieron decirse. Llamando en la memoria a cada gesto, cada rostro, cada detalle oportuno, cada te quiero, cada te extraño, revolviendo entre la pila de recuerdos intentando hallar algun saldo con sonrisas de tanto tiempo juntos sin estar unidos. Y se les moria la esperanza entre las manos luchando por no caer en el abismo de saberse nada mas que dos personas como cualquier otras, esta vez sin motivos, sin pretextos. Tristes, sin excusas.
Y hasta aca habia llegado todo. Hasta la mesa de aquel café, hasta aquellas manos nerviosas destrozando la servilleta de papel, hasta los ojos humedos, hasta este no saber que decir, por no poder decir nada.
Quizas halla, hace tiempo y hace lejos, nunca hubiesen imaginado este momento. Alla cuando todo era eterno, y cada uno se llenaba del otro y las horas eran tan cortas y el deseo les quemaba la piel. Y el amor, el amor era esa cosa inexplicable. Lo mismo que hoy, esta cosa inexplicable.
Que sensación espantosa es esa de sentir que simplemente las cosas terminan. Y a pesar de querer y no, ya ni ellos mismos podian salvarse de perderse.
La taza de café que ella llevaba por undécima vez hacia su boca, a pesar de que estaba vacia, no les deparararia tras su borra mas futuro que el de olvidarse, y eso dolia. El ni habia tocado la suya que ya no humeaba, sabiendo que por la garganta no iba a poder bajarle nada, con tanto grito que callaba amontonado bajo la nuez de Adan, y eso tambien dolia.
A punto estaba de sacar el vigesimocuarto cigarrillo del dia, pero se acordo a tiempo, no iba a fumar delante de el, era una cortesía de su parte, quizas la ultima.
Luego del largo silencio, de las miradas que se esquivaban y volvían a buscarse para esquivarse otra vez, como si los dominara el miedo de verse desnudos y pidiéndose, el le ofrecio acompañarla hasta su casa. Ella no pudo decir que no, sabia que se estaban entregando al ritual de una despedida que esta vez si los separaba.
Llegaron al umbral luego de cuadras de intentar decirse algo para desmoronar la ansiedad que les causaba estar caminando por la calle sin tomarse de las manos, o estar uno colgado del brazo del otro.
- No voy a volver a verte?- pregunto con el terror en los labios de suponer la respuesta.
- No te puedo decir, porque ninguno de los dos puede saber lo que va a pasar mañana.
- Yo solo quiero saber si estas vos.
- Yo estoy. Siempre voy a estar.- le contesto dulcemente.
- Si estas vos conmigo...
Mientras habria la puerta lentamente las palabras le golpeaban el estomago, el pecho, los tobillos, le zumbaban en la cabeza, le oprimian el corazon, pero se aguanto las ganas de llorar.
- Vas a estar? – se inmolo el. Para liberarse de ella y liberarla, para ponerle un punto sin suspensos a esto que no sabian que era, pero que era infame.
Hubo un silencio, y ella le contesto con la mirada.
España de luto por la dana
Hace 7 horas
Cuando las palabras sobran, no por tamaño ni por peso, sino porque el silencio es el protagonista, y es él quien pone puntos donde ellas callan, y es él quien habla a gritos, mientras ellas se esconden tímidas y vergonzosas, tras la sombra de los labios.
ResponderEliminarCuando el silencio se vuelve infame y ya no es lo que era...
Cuando lo que era es un pasado que no vuelve,
y lo que está es acallado por miedos que moran en un reino...
Ahí...generalmente ahí... siempre hay un silencio como látigo que azota,
y la respuesta generalmente suele ser, una bofetada con los ojos.
Sutilmente Adiós, podría llamarse. Genial!