El profesor camina con sus pasos desgarbados, asimétricos. Pausado y con prisa. Casi tan desalineado como su espalda, curva de no soportar tanta altura. La calva va cortando el aire de la vereda izquierda de la calle que es perpendicular a Buenos Aires.
El profesor ira pensando tantas cosas a esta hora de la mañana donde la gente generalmente se siente tan ocupada, sin saber sí en realidad lo esta tanto. Maletín en mano quien sabe con que misterios entreverados entre facturas impagas y versos de otra gente.
El profesor lanza otro paso aparatoso al próximo confín q queda treinta centímetros mas delante de su nariz, cae seguro con sus zapatos cuarenta y cuatro y comienza a silbar una canción en voz alta, cuando yo paso, zurcando el mundo en direccion contraria, y lo miro, mientras el se pierde con algo de esfuerzo, odiando tal vez sus gruesos lentes, en un escote fugaz y prominente, quizás en busca una nueva historia.
El profesor lanza otro paso aparatoso al próximo confín q queda treinta centímetros mas delante de su nariz, cae seguro con sus zapatos cuarenta y cuatro y comienza a silbar una canción en voz alta, cuando yo paso, zurcando el mundo en direccion contraria, y lo miro, mientras el se pierde con algo de esfuerzo, odiando tal vez sus gruesos lentes, en un escote fugaz y prominente, quizás en busca una nueva historia.
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