Camino la ciudad como un extraño
Saliendo de la tarde y entrando a las estrellas,
Ella me observa, me mira callada
Y se abre para mí como un ensueño
Dejándome que la recorra,
Descubriéndole las calles
Y surcándole sus pobres y aguardantes esquinas.
La ciudad es como una música
Que nos llega de ninguna parte
Y también de todos lados,
Son los faroles amarillentos
Que nos sueñan las sombras y las cumplen.
Dentro de su corazón de pueblo,
Que poco a poco se tiñe de cemento y hormigón,
Late la frescura del aire
que aun vaga salvaje por el viento
y perfuma la piel como invitando a nunca partir.
La ciudad conoce los misterios de la gente
le sabe los secretos
porque también los vio nacer desnudos
y convertirse en polvo siguiendo un mandato divino.
La ciudad tiene ojos de niño
y una inexplicable magia que la envuelve.
Olor a jazmines,
y árboles antiguos que riegan flores
convidando belleza.
La ciudad a veces tiene lluvia y tiene gris
y es dueña de todo lo que nombra
porque posee todo el universo que uno es capaz de perseguir.
En cada esquina espera un milagro
porque revientan de vida sus veredas
y las plazas nacen cada noche
a resguardar por toda historia que comience.
Yo camino la ciudad como un extraño
extranjero de sus tierras y sus cielos,
la transito como besándole los labios
como acariciándole la piel en cada paso,
y se me entrega
cobijándome de la tristeza de añorar
todo lo que atrás he dejado
solo para llegar hasta aquí
y encontrarme con ella
que siempre estuvo, y estará,
aguardándome de bienvenidas.
Y en cada adiós que le profiero
como un amante inconstante,
ella respira la eterna calma de saber que siempre,
siempre,
nos espera un nuevo encuentro.
Tenemos que hacerlo, aunque no nos dejen
Hace 1 día
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